La experiencia fotográfica como sentido de paisaje emocional.
- Fotografía Unitec
- 22 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Vale la pena resaltar que el concepto de paisaje es una definición humana, una relación que se establece entre el observador y el objeto observado (paisaje), y el resultado de ello va ligado con la experiencia y los mundos referenciales de cada individuo, es así que podríamos hablar de una construcción de paisajes emocionales, partiendo de la experiencia misma entre el ser humano y su entorno.
En mi caso, la relación con el paisaje, se establece a muy temprana edad:
Dormía…, era una fría mañana bogotana, me encontraba bajo el calor de mis cobijas, y muy en el fondo de mi profundo sueño escuchaba una y otra vez aquella dulce voz pidiéndome despertar… era mi madre. Así, se repetía este ritual, bastante desagradable, todas las mañanas de los días sábado. Refunfuñaba, peleaba y reclamaba mi derecho a poder dormir hasta tarde, como cualquier niño normal, fue de esta manera en que empezó esta relación entre el paisaje y yo.
Al principio sufrí cada madrugada, poco a poco empecé a entender el privilegio que tenía al tener la oportunidad de refugiarme en los árboles, de tener como mascota a un becerro, la oportunidad de correr locamente entre un campo de maíz, en esos momentos entendí que estaría dispuesto a sacrificar lo que fuera, incluyendo mi sueño, por vivir la experiencia que me ofrecía el paisaje.
Tuve el privilegio de crecer entre el campo y la ciudad, a través de los años fortalecí mi relación con la tierra y sus elementos. Recuerdo como me cautivó la sabana de Bogotá, envuelta en una capa fría y densa de neblina matutina, el vaho de mi respiración, y mi ropa escarchada por el roció fueron actores determinantes en mi mundo referencial.
Sauces llorones, robles, cedros, pinos romerones, sietecueros, y muchos más árboles fueron mi parque de diversiones, un gran espejo de agua llamado la Laguna de Fúquene, por años fue mi telón de fondo. Y fue allí, donde sentí la necesidad de inmortalizar esos momentos. Tardaría años en descubrir que gracias a la fotografía esa necesidad seria satisfecha.
Cuando hablo de emociones y sentimientos, sin lugar a duda van ligados a mi experiencia como individuo con mi entorno, es en este punto donde empiezo a crear, a almacenar y a relacionar lo vivido con imágenes mentales, de esta manera empiezo a establecer relaciones desde el color, la composición y otros conceptos estrictamente de la disciplina fotográfica. En mi caso, la experiencia fotográfica, como medio de interpretación o reinterpretación es fundamental para la construcción de una imagen.
Decisiones formales desde el lenguaje fotográfico, como el desarrollar mi trabajo enteramente de forma analógica, la elección de la cámara y el lente que utilizaré, y hasta las diluciones químicas a la hora de preparar un revelador de película, son determinantes en el resultado esperando.
Es de esta manera, en que me veo envuelto, en el proceso puramente fotográfico.
En este caso, la fotografía deja de ser un proceso netamente mecánico o tecnológico, si así se quiere, a una herramienta a favor del autor, o mejor aún, en complicidad con el autor, es así como la fotografía miente y ve lo que el observador quiere ver, o capta lo que quiero transmitir, es mi visión, mi interpretación, o mis emociones sobre un objeto determinado que dista en la gran mayoría de los casos, de las opiniones de los demás.
Fotografío para no olvidar, es la forman en la que me propongo encapsular un momento, un lugar, un sentimiento y hacerlo “eterno”, de esta manera puedo ir una y otra vez al pasado y jamás olvidar lo vivido.
Con los años he descubierto el poder que tiene el pasaje, puede ser violento, temperamental, o, por el contrario, triste y melancólico. Poco a poco aprendí que el paisaje es una extensión de mi interior, y por ende, cada fotografía, lleva el sello indeleble de mi alma.





Escrito por: Juan Del Monte.
Docente del programa profesional de Fotografía y Comunicación Visual.
Corporación Universitaria Unitec.
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